Con un sistema que
cierra las puertas al trabajo y en medio de una crisis a la que no se
vislumbra salida, cada vez más personas se autoorganizan y forman
asambleas de parados o cooperativas de todo tipo. En el País Valenciano,
que cerró el año 2012 con 575.000 parados según cifras oficiales,
florecen estas iniciativas de desempleados y personas precarizadas que
“se buscan la vida”. Hay dos factores comunes a todos los proyectos: el
funcionamiento asambleario, la autogestión y el apoyo mutuo, por una
parte; y la presión a las administraciones, sean locales o autonómicas,
para que aporten la financiación necesaria.
Los martes a las
19,00 horas se reúne en el salón de actos del Centro Islámico la
Asamblea de Parados de Orriols-Torrefiel, dos barriadas obreras
limítrofes de Valencia capital, que suman algo más de 50.000 habitantes.
¿Por qué en el Centro Islámico? No porque los miembros de la asamblea
profesen la religión musulmana, sino por aplicar uno de sus principios
de actuación: abrirse a todas las asociaciones y colectivos que trabajan
en los barrios. De hecho, el 15-M constituye el embrión de la asamblea.
Codo con codo, trabajan entidades como la Plataforma de Afectats y
Afectades per les Hipoteques (PAH), la Asociación de Vecinos
Orriols-Rascanya y Valencia Acoge, entre otras.
Hace dos meses
que los parados se pusieron manos a la obra. Pegan folletos en el
barrio, reparten propaganda a los vecinos, en los comercios, en los
parques y en la oficina del INEM; también instalan mesas informativas.
La asamblea de parados -por la que han mostrado interés un centenar de
personas- ya trabaja en la creación de una microempresa de limpieza;
para ello, ha iniciado contactos con algunas comunidades de vecinos de
la barriada, que han mostrado su predisposición. Otro grupo de ex
trabajadores, del sector de la madera, proyecta una empresa para
trabajar el mueble y realizar faenas de carpintería, tapicería y
restauración de muebles antiguos. Esta idea piensan complementarla con
talleres de formación. En el campo de la hostelería, otro grupo de
parados busca por Orriols y Torrefiel negocios que se traspasen para
intentar reabrirlos y darles alguna actividad.
“Porque hay que
buscar ya una salida urgente”, afirma Maica Barceiro, miembro de la
asamblea de parados y presidenta de la Asociación de Vecinos
Orriols-Rascanya. Las cifras de desempleo extraoficiales en Orriols se
disparan hasta el 40%. Se trata de un barrio periférico con mucha gente
mayor y porcentajes de inmigración que superan el 25% (los más elevados
de la ciudad). Este antiguo pueblo, anexionado por la capital a finales
del siglo XIX, exhibe hoy “grandes deficiencias urbanísticas, por la
dejadez y la falta de inversiones del Ayuntamiento”, subraya Barceiro.
Al igual que en Torrefiel, la crisis y los recortes han hecho que
residuos y heces de animales convivan con los vecinos. Ni siquiera hay
habilitado un centro de salud (sólo un consultorio, hasta hace un mes
afectado de aluminosis). Tampoco se han creado nuevos equipamientos
educativos pese a la agregación de otro barrio (el “nuevo” Orriols, con
3.000 viviendas nuevas).
Adrián Félix, de 23 años, es el más
joven de la asamblea de parados. Trabajó de cocinero hasta noviembre y
ahora se dedica a enviar currículos, “pero ni me contestan”. Se acercó
con gran interés a la asamblea, que considera “una nueva experiencia”.
Hasta hace cuatro meses, Massaer Rndiaye, de 40 años y oriundo de
Senegal, trabajaba en seguridad vial. Apura el último tramo de la
prestación por desempleo y se asocia con el fin de “buscar una salida
laboral para todos, no sólo para mí”. También participa en la asamblea
Francisco Martínez, de 52 años, quien trabaja desde los 14. Empleado en
la hostelería, lleva ahora un año en paro (cobra 500 euros y su mujer
menos de 400, con lo que ha de alimentar a tres hijas y pagar una
hipoteca). “Orriols ha sido siempre un barrio humilde; pero los chavales
se salieron de la escuela para ir a la obra y hoy, con 25 años o más,
están sin casa, en el paro y dando vueltas por la calle”, explica.
Entre las iniciativas de economía social en el área metropolitana de
Valencia, destacan –por su originalidad y recorrido- las promovidas por
la Koordinadora de Kolectivos del Parque Alcosa. En buena medida, esto
se explica por la misma estructura socioeconómica de la barriada. El
Parque Alcosa es un barrio dormitorio ubicado en el municipio de
Alfafar, a 8 kilómetros de la capital, azotado desde su nacimiento por
el paro y la exclusión. Nacido en la década de los 60, al calor del
desarrollismo franquista, el Parque Alcosa se formó a partir de las
oleadas de inmigrantes castellanos, extremeños y andaluces que
abandonaron el mundo rural. Se superaron con el tiempo muchas carencias,
que hoy han vuelto con la crisis.
En el barrio viven
actualmente unas 10.000 personas (8.000 censadas y otras 2.000
itinerantes). Las tasas de paro extraoficiales oscilan entre el 30 y el
40% de la población, y se ceban especialmente con los jóvenes y las
mujeres. La crisis embiste con fuerza en el barrio. Como mecanismo de
supervivencia, se han disparado los mecanismos de economía informal.
Para mitigar el impacto de la precariedad, también se han activado las
redes de apoyo familiar y comunitario, muy activas de siempre en el
barrio y reforzadas en los últimos años por la tradición asociativa de
latinoamericanos y magrebíes.
A pulso. A golpe de ocupaciones,
huelgas, concentraciones en plazas y “estancias indefinidas” (como las
denominan), la Koordinadora de Kolectivos ha arrancado a las
administraciones (Generalitat Valenciana y Ayuntamiento de Alfafar) la
financiación necesaria para los proyectos. De hecho, a primeros de este
mes levantaron una “estancia” de dos meses frente al consistorio, con
buena parte de los objetivos satisfechos: que los gobiernos municipal y
autonómico abonen los 230.000 euros que adeudan principalmente a la
cooperativa de limpieza. Restan, sin embargo, otros 90.000 euros que el
ayuntamiento debe a la cooperativa de inserción laboral “Cuatro Rosas”. Y
faltan, también, “los mecanismos de participación ciudadana para que
sea la gente quien tome las decisiones y no vuelvan a dilatarse los
pagos”, afirma Toni Valero, activista de la Koordinadora.
Con
criterios de autogestión, apoyo mutuo y toma colectiva de decisiones,
desde 1985 se han lanzado numerosas iniciativas en el Parque Alcosa. De
primera hora son la Cooperativa de limpieza (señera en el tejido
asociativo del barrio), el centro de día para menores, la cooperativa
“Cuatro Rosas”, en la que participan sobre todo mujeres inmigrantes, y
los talleres de formación e inserción. Una huelga de hambre, en 1992, le
arrancó al ayuntamiento una relación contractual para la cooperativa
que gestiona la limpieza de las calles. Sólo la lucha social evitó que
las empresas privadas se apoderaran de esta actividad. Hace cuatro años
llegó la crisis y la eclosión de iniciativas para sobrevivir. Como
“Emir-Color”, dedicada a recoger ropa que luego se recicla para prendas
de menores y muñecos; “Solidaria”, que monta escenarios; y “Ecocina
Solar”, para hornos que funcionan con la energía del sol.
A
menos de 10 kilómetros de Valencia, hacia el norte, se localiza el
municipio de Montcada, de unos 22.000 habitantes. Una manifestación
espontánea, hace tres años, que pedía al alcalde explicaciones y una
salida digna para los desempleados del pueblo, dio lugar a la asamblea
de parados. Hoy participan en la asamblea 40 personas, sobre todo
hombres adultos, que en los años de la “burbuja” laboraban en la
construcción y auxiliares. Ubicado en la comarca de l’Horta Nord, rodean
el municipio numerosos campos de huerta abandonados. En coherencia, la
asamblea de parados se vincula a un proyecto de recuperación de la
huerta, pero con condiciones: cultivo ecológico de verdura de temporada;
agricultura de proximidad y sin intermediarios; y cobertura de todo el
proceso (cultivo, recogida y traslado del producto a los hogares).
Puede resultar sugestiva la idea, pero sin lucha social se queda en
“papel mojado”. El consistorio de Montcada (PP) rechazó de plano el
proyecto en primera instancia. Por eso, el 14-N (fecha de la última
huelga general) se encerraron durante cuatro horas en el ayuntamiento 20
miembros de la plataforma, apoyados por gente de otras organizaciones
sociales y los partidos de la oposición. La guardia civil hizo acto de
presencia, pero la cosa no pasó a mayores. Finalmente, el alcalde
accedió a negociar. Aunque sacó después a concurso público un proyecto
de agricultura ecológica que nada tenía que ver con la idea de la
asamblea de parados. Mucho menos dinero, a repartir entre tres
asociaciones (incluida la plataforma de desempleados), y sin respetar
algunas condiciones previamente acordadas (que desarrollaran la
iniciativa parados del municipio).
Pese a la muy deficiente
financiación, explica Vicent Montagut, miembro de la asamblea, “el
proyecto ha arrancado y hemos demostrado al pueblo y al alcalde las
ganas de desarrollarlo y su viabilidad”. Tras un periodo previo de
formación, en el que participan una veintena de familias, se trata de
“constituir una cooperativa, es decir, un modelo de producción no
capitalista; y, sobre todo, generar puestos de trabajo; reinvertir de
manera permanente para ampliar el número de familias que puedan vivir
del proyecto”, explica. Para ello, “pedimos al ayuntamiento una parte de
nuestros impuestos, para poder autogestionarlos”.
Javier
Santaella afirma que la asamblea de parados es un “fermento de lucha”
para cambiar la sociedad. Por eso, “pedimos a la gente una vinculación
activa”. Han apoyado la recogida de firmas promovida por la Plataforma
de Afectats i Afectades per les Hipoteques (PAH); la resistencia a
varios desahucios en la comarca; han organizado charlas sobre asambleas
de parados e impulsaron un piquete el día de la huelga general. También
visitaron un fin de semana el municipio de Marinaleda, para conocer la
realidad del municipio sevillano y sus mecanismos de participación. Al
final, hay tres ideas muy claras: los puestos de trabajo para la gente
del pueblo (exenta esta afirmación de implicaciones xenófobas); la
identificación de los culpables de la crisis; y que los poderes públicos
garanticen los recursos para la cooperativa.
En paralelo, no
en el tiempo pero sí en reivindicaciones y contenidos, trabaja en
Paterna –localidad de más de 60.000 habitantes a 5 kilómetros de la
capital- otra asamblea de parados. La lucha arrancó hace tres años, con
el encierro de veinte personas en el ayuntamiento, gobernado por el PP.
Finalmente, y con mucho esfuerzo, se ha conseguido una renta básica para
la gente que realiza el curso de formación (la etapa previa a la
constitución de la cooperativa); también la financiación del curso y la
creación de un banco de tierras, “aunque no todas las necesarias”,
matiza Enric Valero, coordinador del curso de Agricultura Ecológica,
Bioconstrucción y Cooperativismo. “Todo se ha ganado a costa de
muchísima lucha”, agrega.
La génesis de la asamblea de parados
de Paterna coincide con la crisis en el sector de la construcción. De
hecho, la mayoría de sus miembros, cuyo número fluctúa, procede del
ladrillo. En el proyecto participan 14 personas, que se han formado
durante tres años en agricultura ecológica, cooperativismo y
bioconstrucción en cañas. “En seis meses la iniciativa ha de dar dinero,
superada ya la etapa formativa, para que la gente pueda vivir con unos
ingresos dignos”, explica Enric Valero. El objetivo de la cooperativa es
la producción de verdura de temporada y cítricos, sobre todo para los
pueblos de la comarca. También se pretende impulsar un grupo de
consumidores. En el área de la bioconstrucción, se han realizado
construcciones en caña tanto en Sagunto como en Paterna. Son iniciativas
al margen de la economía capitalista y que no esperan a una
reconstrucción del llamado estado del bienestar. Se basan en otros
principios: la cooperación, la autogestión y la asamblea.
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=162337
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