En lo que se acordó en llamar “movimiento de los parados” del invierno de 1997-1998 en Francia, se cruzaron varias exigencias que no nos parece equivocado clasificar en dos polos: el de una defensa organizada de los “sin-trabajo” estables condenados a vivir a base de subsidios y el que animó un deseo de subversión social que buscaba cuestionar las reglas del reparto desigual de la riqueza social. Ambos polos coexistieron, unas veces fusionandose de manera original aunque a menudo conflictiva, otras con la voluntad por parte de ambos de establecer una clara separación entre ellos. He elegido examinar los dos por separado sobre todo porque quiero llegar a realzar tanto los logros como los límites del uno y del otro.
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